Tres Weasley y un Potter no esperado {Rox, Rose y James}

Ese día estaba demasiado ocupado como para preocuparme de ver a Rose o a Rox, estaba totalmente sumergido en aprenderme La ley de Gamp sobre trasformaciones elementales, que aunque sinceramente no era nada difícil, no había forma de que me entraran en la cabeza. Por eso fue que aquella sentado en la sala común deje el libro sobre la mesa y subí a la habitación, se me había ocurrido una buena idea. Cuando llegue al cuarto que compartía con cuatro chicos mas, mire hacia la ventana esperando que estuviese allí, como si de un ángel salvador se tratase vi a Geordeon sobre mi cama, reposada allí. Rápidamente la cogí y le acaricie lentamente las plumas de la espalda, después cogí un trozo de pergamino y le escribí a Rox:

Hola Rox, ¿Cómo te va?. Bueno simplemente quería escribirte para ver si nos podíamos ver hoy, bueno quiero decir esta noche, se que podrás salir perfectamente sin ningún problema y yo también lo haré, iré transformado por lo que solo podrán sospechar que soy uno de los gatos del algún alumno. Bueno púes nos vemos en lo más alto de la torre de Astronomía a las doce en punto.
Tras terminarla de escribir, la até a la pata de Geordeon y salí de la habitación, subiendo llegue a la primera planta y por una de las ventanas salte a Geordeon que ascendió hasta la Torre de Gryffindor. En ese instante me moví de nuevo en dirección hacia la sala común. Estaba desesperado por ver a Rox de nuevo la verdad es que tenía ganas de verla y así reírme un rato, por lo que cuando subí a acostarme dejé a aposta el libro en la sala común para así tener una escusa para salir, la verdad es que no era una idea muy brillante pero eso era lo único que se me había ocurrido. Todos estaban dormidos cuando deje atrás la puerta del dormitorio me sentí mejor, por ahora nadie me había frustrado mis planes por lo que seguí con ellos y con una sonrisa algo maléfica salí de la sala común.

De un momento me transforme, ahora ya no era el chico de pelo marrón y ojos azules, en cambio un gato con las características de Hugo se situaban allí, como un gato avance por los pasillos del primer piso y seguí subiendo y subiendo, cruzándome con varios profesores que al verme pasar lo único que hicieron fue un movimiento extraño. Llegue a la torre de Astronomía y justo antes de empezar a subir las escaleras volví a mi forma original, después cuando llegue a la parte más alta pude ver que Rox no había llegado y aun algo desesperado me apoyado en el muro a esperar a mi prima.

El repiqueteo constante en el cristal de la ventana le hizo abrir los ojos. Dirigió una mirada entornada hacia la fuente del sonido, causante de interrumpir su sueño, al principio le costó enfocar la vista, pero después de unos segundos pudo ver el plumaje de un blanco níveo de la lechuza. Habría ignorado al animal si no picara el vidrio con tanta insistencia, pero había algo más, algo que no podía pasar por alto: el propietario de la lechuza. Se levantó echando una leve ojeada a la cama contigua a la suya, Rose seguía tan profunda que no parecía haberse enterado de lo que pasaba. Con pasos felinos se dirigió a la ventana y la abrió sigilosa, vigilando continuamente que ninguna de sus compañeras de habitación despertara por su causa, en especial su prima. No tenía ni idea del contenido de la carta, pero al pensar en su destinatario podía asegurar que lo que allí estaba impreso no era nada que involucrara un hasta mañana, que descanses.

Las bisagras del ventanal chirriaron escandalosamente, cosa que la hizo hacer una mueca dolorosa, hasta que consiguió abrirla lo suficiente como para sacar una mano hacia fuera y tomar la carta, acariciando la cabeza del animal cariñosamente. Geordeon partió en ese mismo instante, sin siquiera esperar que escribiera una respuesta, la jaula de Rory estaba vacía, por lo que no tenía medios para hacerle llegar una carta a Hugo. Desenrolló el pergamino y tal y como sospechaba, la letra de Hugo allí estaba plasmada. Esta noche... torre de Astronomía... no necesitó leer más, se puso los zapatos y una campera de algodón sobre la musculosa del pijama y con el mismo pantalón lleno de agujeros con el que dormía todas las noches abandonó su habitación, cerrando la puerta con cuidado.

Recorrió los pasillos en penumbras en su forma humana, esa noche prefería usar los pies y no alas. No estaba demasiado lejos de la torre, tan solo un par de escaleras y listo, su primo seguramente estaría allí esperándola. Llevaba su varita por si acaso, resguardada dentro de uno de los bolsillos de su campera. Sus pasos ininterrumpidos resonaban sobre la milenaria piedra caliza, por mucho que se esforzara en hacerlos más cuidadosos.

Saltó los últimos escalones que llevaban a la torré y se encontró cara a cara con la pequeña puerta de madera entreabierta. - Minino - llamó a su primo entrando en la sala, al que no vio a la primera, ni en su forma humana ni animal, ya se había vuelto común verlo como un gato así que no era trabajo reconocerlo. - Vale, la Pantera Rosa quiere jugar a las escondidas - era eso, o simplemente no había llegado. Pero su silueta apareció entre la penumbra del lugar, más cerca de lo que esperaba, haciéndola dar un respingo y quedarse sin aire durante unos segundos. - Santo Dios, ¡Hugo!, Que casi me matas del susto - murmuró casi con un hilo de voz, mientras se llevaba una de las manos al pecho y se recostaba sobre una pared de forma teatral.

Apenas fueron cinco minutos los que estuve apoyado en el frío muro cerca de la puerta, estaba esperando a que Rox llegara, pero cuando oí los pasos que subían por las escaleras de piedra, sonreí débilmente estaba seguro de que era mi prima al fin y al cabo ¿Quién subiría a la Torre de Astronomía a las doce de la noche?, estaba allí esperando a que mi prima cruzará el umbral que daba a la torre. Y así fue, la puerta medio cerrada terminó por empezar a abrirse por completo y yo oí una voz familiar, como no era Roxanne. Un adjetivo familiar sonó entre sus labios, desde que me había convertido en un animago con ella presente me llamaba “Minino” una palabra rara para referirse a mí como un gato. Rápidamente decidí gastarle un a bromo a mi compañeras de travesuras, antes de que pudiera entrar en la sala me acerque lentamente a la puerta, y cuando se abrió por completo pude observar a una Roxanne bastante alterada por verme, quizás no esperaba verme tan cerca, y cuando dio un respingo hacía atrás y mencionó un Santo Dios no pude evitar soltar una risotada estrambótica, que sonó tan alta en mis oídos como para despertar a todo el castillo.

Cuando terminé de reírme mire a Rox, estaba apoyada contra la pared y aún llevaba la mano en el pecho, entonces aún sonriente le dije – Hola Rox, ¿Qué tal el día? – fue lo único que se me ocurrió para preguntarle, mientras lo hacía observaba como iba vestida, llevaba una chaqueta, en cambio yo vestía un jersey Weasley que me había hecho la abuela Molly, este era de un color amarillo brillante y en su centro llevaba una gran letra “H” en un color carmesí, también llevaba unos pantalones vaqueros muggles, y en su bolsillo trasero la varita.

Consiguió que sus expresión se recuperara del susto y en su lugar se instaló un ancha sonrisa al ver a su primero delante de ella, con el cabello revuelto y el jersey que indudablemente la abuela Molly le había regalado. Todavía le resultaba difícil comprender como la mujer se daba a basto tejiendoles abrigos a su infinidad de nietos; no había Weasley que no tuviera uno. Dejó atrás la pared y se irguió metiendo las manos dentro de los bolsillos de su campera de un color que mediaba entre el morado y el azul. - Si me llamaste para asustarme reconozco que has cumplido tu cometido - dijo riendo con suavidad mientras revoloteaba por la habitación en penumbras. Se acercó a la ventana, en donde pudo ver como la oscuridad envolvía el castillo, teniendo tan solo el brillo plateado de la luna como fuente de luz; dándole un brillo plateado que a Roxanne siempre le había encantado. - Bastante tranquilo, algo aburrido tal vez - respondió a lo que su primo le preguntaba, volteándose para poder observarlo mientras le hablaba. - ¿Qué tal el tuyo?, seguro que ha sido más entretenido - devolvió la pregunta, retomando la proximidad con su primo.

Volvió a observar el jersey que llevaba puesto, y sonrió ante ello, hacía bastante que no se reunía toda la familia y por alguna extraña razón la prenda de Hugo le dio cierta nostalgia. - No sé como la abuela no se cansa de hacer estas cosas - le comentó con una sonrisa ladeada. - Tengo por lo menos tres, y seguro que no soy la única, se debe haber vuelto loca con una familia tan grande - acotó después quitando la vista de la enorme H en el centro del jersey y mirando a su primo.

Tras poco tiempo Roxanne se recuperó del susto, yo en cambio aun llevaba un poco de la risa producida por la estrambótica cara que Rox había puesto. Sus palabras me resultaron graciosas y a la vez fortificadamente divertidas en ese momento ella se rió y yo me reí en un momento bastante extraño. Cuando termine de reírme decidí contestarle – Precisamente no lo hice para eso Rox – dije con una sonrisa bastante amplia mientras ella se dirigía hacia la ventana. Yo en cambio me apoye en la fría pared de nuevo, no tenía nada interesante que decirle a Rox, la verdad es que mi día había sido un gran aburrimiento y al parecer el de Rox también lo había sido, interesante el mío imposible, simplemente me había pasado toda el día estudiando una estúpida ley de transformaciones, que no me entraba en la cabeza. – Para nada Rox, me he pasado el día estudiando – dije sonriente, ese día había sido el más aburrido de mi vida. Ella se volvió a acercar a mí y la observe súbitamente, sonriente y alegre.

La conversación que esperábamos llegó al fin, sobre el jersey que llevaba, la verdad es que la abuela Molly no paraba de hacerlos, yo tenía ya por lo menos cuatro y todos del mismo color, la única diferencia de uno a otros es que algunos llevaban la gran “H” pero otros no. Yo también sonreí al oír las palabras de Rox, – Bueno yo tengo cuatro y todos del mismo color – le comenté a Rox, la verdad es que la familia era grande. – Rox, ¿Cómo esta mi hermana? La verdad es que hace días que no la veo – mencioné mientras me volvía a apoyar en la pared.

Era de noche y se dirigía en dirección a la habitación que compartía con su prima y otra de sus compañeras, era la prefecta de su casa, y hasta ahora todo en ella estaba bien, bueno al menos eso parecía ante los demás, era la chica bien portada, inteligente y bla, bla, bla… pero había algo que no era del todo perfecto, tenía un carácter bastante difícil que combinado con su perfeccionismo se convertía en una bimba de tiempo, podría explotar en la cara de cualquiera, un suspiro escapó de sus labios mientras alisaba su uniforme quitando las inexistentes arrugas en él y entraba a su habitación, sólo bastó con abrir la puerta para darse cuenta de algo, una lechuza que bien que conocía, frunció el ceño el ver a su prima colocarse una campera y unas zapatillas deportivas, trató de ocultarse mientras su prima salía de la habitación para que no se diera cuenta que ella también había estado vagando por los alrededores del castillo justo a la hora que debería estar en la cama.

Una vez su prima salió entró sigilosa a la habitación y allí en la cama que le pertenecía a Roxanne la muy tonta había dejado el pergamino, negó con la cabeza divertida ya que sabía de lo distraída que podría ser su prima, lo revisó rápidamente pensando que hubiera podido ser del misterioso no tan secreto chico que traía a su prima en la nebuloza, pero para su sorpresa, bueno no tanto, era su propio hermano Hugo que citaba a Roxanne en la torre de astronomía, rodó los ojos y luego de un debate interno que solo duró algunos cuantos minutos decidió unirse a ese encuentro, después de todo ella era prefecta y tenía que estar pendiente de la disciplina de Hogwarts o al menos de las chicas de su casa, pero en especial de su familia, todos tenían ese don especial de meterse en problemas, excepto Albus y aunque lo negara ella con todo y como era tenía esa fascinación por violar algunas reglas, no lo podía negar, su sangre Weasley ganaba en esos casos.

Algo que había aprendido de ser prefecta y bueno de sus noches vagantes por el colegio era el descubrir pasajes secretos los cuales le servían cuando necesitaba algún atajo para algún lugar o simplemente esconderse de algún superior, también a eso se le agregaba el que había hecho migas con algunos fantasmas y con los que no al menos había llegado a un tipo de trato cordial, todo para no ser delatada, era prefecta y ante eso tenía un gran responsabilidad -en momentos como este es que pienso que mejor me hubiera hecho jugadora de quidditch, así no me remordería tanto la conciencia de hacer este tipo de cosas- se dijo para sí mientras se escondía de uno de los directores del colegio.

Después de varios altercados y de casi ser descubierta tres veces logró llegar a la torre de astronomía, y ahora empezó a subir los escalones, tenía un excelente estado físico pro lo que ese no era un problema, el problema estaba en su cabeza y se llamaba conciencia, la cual le estaba recriminando el estar a esas horas lejos de su cama como debería estar haciendo en esos momentos, pero su sed de aventura y su curiosidad eran más grandes que cualquier cosa, escuchó justo la voz de su hermano lo cual le alertó que ya había llegado al punto donde se encontraban –Pues porqué no me lo preguntas a tu linda y pelirroja hermana personalmente?- le preguntó sorprendiéndolos con su postura de estar a punto de darles un regaño, sus brazos cruzados en su pecho y una ceja arqueada, aunque por dentro realmente estaba más divertida que cualquier otra cosa