Y aunque quieras estar sola, no quieres. {Nicholas}

Dentro de poco amanecería, exactamente una hora y pocos minutos. La rubia hace rato que se había despertado, y en esos momentos se encontraba sentada en la cama acariciando a su gato negro. Era sábado, no había clases...no tenía deberes, los hizo todos ayer para disfrutar del fin de semana. Se desperezó lentamente y apartó el gato con un movimiento brusco. Sus compañeras de cuarto aún dormían. No se limitó a despertar a ninguna, los fines de semana venían bien para dormir un buen rato tras una larga semana pero eso parecía no afectarle a la señorita Herondale.

Después de ponerse ropa de calle y adecuada para el otoño, salió lentamente de su cuarto, de su sala común y del castillo. Fue con paso ligero, mirando el cielo el cual apenas tenía luz. Se conocía muy bien el camino para ir sin prestar atención, de la misma forma que no chocó con nadie porque básicamente... no había nadie. Suspiró, un suspiro sin significado alguno. La verdad, había veces que ni siquiera se entendía. Le apetecía estar sola en aquellos momentos, de la misma forma que deseaba estar con compañía. Era compleja, se frustraba cuando le era difícil entender a alguien y eso le dio por pensar si los demás se sentirían así con ella... prefirió dejar el tema de lado ya que acabaría pensando que era un bicho raro vestido de tejón o algo por el estilo.

Finalmente llegó al lago, y por una vez, decidió no sentarse y esconderse entre los árboles. Se dirigió a la orilla, cogió una piedra y la tiró, haciendo que diera tres botes en el agua. Poco a poco la luz salía, y poco a poco se notaba un poco el calor del sol. A su gusto, ella hubiese preferido un día encapotado y lluvioso, pero no. Otro día normal, otro día son precipitaciones o paisajes tristes y grises. Cogió otra piedra y la tiró, mirando la lejanía como si de un nuevo mundo se tratase.

La tranquilidad le hacía sentirse bien, poder pensar claramente. Era agradable disfrutar del lago negro sin los alumnos de primero correteando, gritando y molestando. También era agradable no tener a ciertos alumnos, claramente. El estar sola, le ayudaba a pensar en como malgastar su tiempo las tres siguientes horas. ¿Ir a la biblioteca?¿Quedarse en la sal común?¿Deambulear por ahí con alguien? Quién sabe... el día era largo cuando no se tiene nada que hacer.

Su atención se desvió cuando una piedra rebotó en el agua. Se miró la mano, la cual aún seguía la piedra. Por inercia, giró un poco sobre sus talones hacia su derecha para encontrar a un muchacho que le era extrañamente familiar. Luego sonrió de lado, se volvió a girar y tiró su piedra. - Buenos días. - saludó sonriente. Se dedicó a mirarle por el rabillo del ojo, mientras cogía otra piedra. Conocía lo suficiente a Nicholas para considerarle un buen amigo, además le veía a casi todas horas ya que compartían casa. Y la verdad, en cierto modo, era agradable que ahora él estuviese ahí con ella a matutinas horas del sábado. - Pensaba que eras el típico que se levantaba a las diez, o las once y luego en los domingos a las doce o la una. - bromeó y tiró nuevamente la piedra.

Se estiró, ya que le dolía un poco la espalda. Cerró los ojos y cogió aire. Cuando estaba sola, quería estarlo pero quería que alguien estuviera allí para evitar su aburrimiento y ahora como milagro hecho de la mano de Merlín...tenía un gran amigo y ni siquiera sabía si prefería la soledad. ¿Estaría él de buen humor por las mañanas, para soportar a la rubia?